Arquitectura dibujada

Arquitectura dibujada

Del boceto a la obra construida
para revista Habitar | El Tiempo


Imaginarse algo que no existe, construirlo en la mente y hacerlo realidad: eso es lo que hacen los arquitectos, desde ese boceto inicial hasta la realización concreta de cada proyecto.

Existen arquitecturas que se vuelven símbolos de un lugar. Es casi imposible pensar en París sin la Tour Eiffel, en Nueva York sin el Empire State o en Londres sin el Big Ben. Estos edificios que se han convertido en la marca de una comunidad, de lo que un grupo de personas tiene en común, parten de los sueños de los arquitectos de crear formas que resistan el paso del tiempo, el cambio de las modas y los experimentos tecnológicos. Y cuando nos relacionamos a través de ellos, estos edificios sacan lo mejor y lo peor de nosotros mismos, nos cautivan y nos hacen imaginar tiempos mejores: son edificios que tocan el alma, que hacen que cada uno reduzca la velocidad del día a día y que se tome el tiempo para disfrutar de la vista. Ahí es cuando empieza a importar la arquitectura: cuando hace más que protegernos de las inclemencias de la naturaleza y nos revela algo sobre nosotros mismos.

Esos edificios, que representan ideales y hacen declaraciones, parten de un dibujo que, muchas veces, parece desprevenido. Dibujar se vuelve un trabajo íntimo, de recogimiento, de rebuscar la mejor forma, la textura, el ritmo, la luz. Y esa primera representación es la primera construcción de la arquitectura: una imagen que contiene, reducida, la realidad futura. Porque, una vez acabado el dibujo, las decisiones están tomadas.

El proceso de creación de esos proyectos que se  han convertido en parte de nuestra simbología es el origen de esta recopilación: es una invitación a compartir la reflexión de la que partieron sus creadores. Hoy en día, es imposible imaginarse el centro de Bogotá sin el perfil sinuoso y corpulento de las Torres del Parque de Rogelio Salmona, o el centro de Medellín sin la esbeltez y el remate del edificio de Coltejer de Esguerra Sáenz y Samper, Fajardo y Vélez y Jorge Manjarrez. En esta revisión, resulta interesante advertir cómo la geografía montañosa de Medellín se trasladó a la forma ondulada de los coliseos diseñados por Giancarlo Mazzanti y Plan b. O la exploración volumétrica que hizo Daniel Bermúdez al subrayar la monumentalidad del centro cultural Julio Mario Santodomingo de Bogotá. Marco Baquero, que trabajó junto con Carlos Julio Calle y Carlos Eugenio Calle, expresa en sus dibujos el concepto técnico con el que diseñaron el edificio de las Empresas Públicas de Medellín. Y los arquitectos de AIA-Convel enseñan la abstracción de un gran cubo para componer el edificio de la Cámara de Comercio de Bogotá en el Salitre.

En fin, un dibujo vale más que mil palabras.




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